martes, 9 de junio de 2009

Padre Nuestro

A pesar de que el catecismo solo me fue instruido una vez, lo que no me da punto para comparar, no obstante me fue instruido de una forma que hasta un cierto punto pudiera calificar de poco ortodoxa. No puedo ubicar el rango de quién me instruyó el catecismo, un hombre joven del que, para mi vergüenza, no guardo en mi memoria su nombre por más que nunca olvidaré las formas en que me educó en el tema. Fue más del estilo de hacernos entender los por qués de la religión antes que los dogmas propios de ella. Antes de interesarse porque memorizásemos las oraciones, le interesaba que intentáramos comprender dentro de nuestra capacidad infantil la religión en sí.

El Padre Nuestro que me fue enseñado va así:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino.
Hágase Señor Tu voluntad
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día
y perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación
y líbranos y guárdanos de todo mal,
amén.

Esto me parece de interés dado que actualmente el Padre Nuestro es declamado, y aprendido por las nuevas generaciones, con una diferencia sustancial a como yo le conozco.

En la actualidad el último párrafo es declamado de la forma:
“No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal
amén.”

En un primer vistazo parece decir lo mismo con una diferencia nimia. Pero deteniéndonos a examinar la diferencia, ésta es abismal. Dicen cosas distintas.

Atendiendo a la fugacidad de la vida humana, en comparación con la omnipresencia eterna de Dios, y de igual forma atenidos a su omnisapiencia que no es dable al entendimiento humano, la declaración de “no dejarnos caer en tentación” es demasiado vaga, sujeta solo a los vaivenes terrenales de la cotidianeidad humana. Así parece abarcar todo un universo de “tentaciones”, quizá tentación al falso orgullo, a la soberbia, incluso a la maldad misma, etcétera, tentaciones que podemos calificar de poca relevancia. Poco favor hacemos a la grandiosidad de Dios cuando circunscribimos esa percepción de “tentación” al condicionante de cada uno de nosotros en situaciones concretas. ¿Qué importancia puede tener eso para Dios que nos otorgó el libre albedrío?

Por el contrario debiéramos atender a la declaración específica de “no dejarnos caer en la tentación”. Ante Dios pobres criaturas de carne y espíritu somos, sujetas a las pasiones, deseos y tentaciones propias de nuestra condición, así, para Dios, debe ser falto de importancia el que bajo nuestra condición humana nos entreguemos a una u otra tentación… pero no a la tentación específica del mal. Una tentación preeminente para la cual debemos solicitar el apoyo divino. Vamos, la única tentación que nos debe ser temible es concientemente dar la espalda a Dios.

Recordemos que Dios puede ser cruel, pero no malévolo. Otorgándonos la libertad de dirigir nuestras oraciones más allá de circunscribirlas a una iglesia, o a un símbolo (“… quizá algún día, al levantar una piedra, encuentre escrito en su base ‘hecho por Dios’”), continuaré con mi gusto de esperar a la Luna Llena para alzar mis plegarias y, mientras tanto, ahora que el Señor del Laberinto me va regalando lo que es invaluable, seguiré esperando el siguiente giro del Laberinto.

"... el buen Einstein dijo que Dios podía ser sutil, pero nunca malicioso." Arthur C Clarke

1 comentario:

Alf dijo...

Amigo conde, eres un pensador, me llevo una muy buena reflexion de este blog, por cierto muy interesante.

Saludos

Estado Terrorista de Israel vs Palestina

Estos últimos días han sido de dolor, de desesperación, y de impotencia. El ESTADO TERRORISTA ISRAELÍ no ha parado de atacar e invadir Pales...